Datos y cifrasMusique Action

Conciertos 06.06.2022

Un relato día a día de medio festival con apariencia de transición. Se trata de hechos y gestos sonoros, ocultos o revelados, de energías intensas y renovadas.

Compañeros de viaje

Curiosamente, era la primera vez que acudía al CCAM, Centre Culture André Malraux de Vandoeuvre-lès-Nancy, y a este festival cuya programación sigo desde hace más de veinte años. Ya era hora. ¿Era demasiado tarde? Demasiado tarde, en cualquier caso, para ver, este año, la actuación de Fanny de Chaillé y Sarah Murcia en torno al álbum Transformer de Lou Reed -Transformé, que parece haber ganado todas las votaciones- o el Sonneurs de Erwan Keravec, el encuentro entre Mark Fell y Will Guthrie o el de Wilfried Wendling y Hélène Breschand.

Pero qué placer es saltar del tren y encontrarse inmerso en el teatro de sombras y las máquinas de Pierre Bastien (26/05). Desde hace más de tres décadas, el músico francés, que reparte su tiempo entre Holanda y España, perfecciona un universo estético que sólo le pertenece a él, un mundo de instrumentos que inventa y monta él mismo a base de mecanos y pequeños motores, maquinales y frágiles, modestos y demiúrgicos. Aunque en el pasado podía adquirir proporciones espectaculares, su "Mecanium" se limita ahora a una estructura con forma de cascada a la que añade pequeños mecanismos y otros accesorios, prótesis musicales o no, arcos o gomas. Una caja de música cuyos hipnotizantes bucles -efecto potenciado por dos pequeñas lámparas que proyectan sus sombras multiplicadas en la pared- forman pequeñas sinfonías en miniatura, estridentes, que se convierten en conciertos cuando coge su trompeta -sujeta a su vez a muchos tratamientos originales y estrafalarios. Se ha escrito mucho sobre la música de Pierre Bastien, sobre su arte de casar lo crudo y lo erudito. El jueves 26 de mayo, esta música, que a veces evoca una fanfarria acuática o la orquesta de un circo fantasma, me pareció envuelta en una gran nostalgia, y me recordó a la del difunto Philip Jeck -que también destacó por extraer de un aparato aparentemente minimalista (uno o dos tocadiscos, un pequeño teclado), con la ayuda de una mesa de mezclas y algunos efectos, algunos momentos musicales muy profundos.

Pierre Bastien, que colaboró con Jac Berrocal y Pascal Comelade en sus inicios, es uno de los habituales de Musique Action, uno de esos artistas con los que el festival siempre ha tenido una relación natural. Este es también el caso de Guigou Chenevierque volvió al día siguiente en un dúo con el guitarrista Gilles Laval (27/05). Mediante un plato amplificado y (¿demasiados?) accesorios, el percusionista entrega una serie de secuencias cortas a veces muy seductoras (sobre todo cuando, hacia el final, se aventuran hacia ambientes a veces cercanos al no-wave), pero a la larga un poco demostrativas y sistemáticas: cada pieza explota un nuevo accesorio y una nueva técnica de guitarra, y esta búsqueda de lo inédito parece a veces primar sobre el discurso musical. El conjunto es, sin embargo, muy espectacular, no tanto por este instrumental heterodoxo como por los gestos que autoriza y provoca: mientras Laval permanece estoico y tranquilo, Chevenier parece nervioso, poseído, agarrando sus herramientas con movimientos bruscos que evocan los de un pintor que roza su lienzo con grandes pinceladas...

También hubo muchos gestos en el dúo deeRikm y Jean-Philippe Gross, otros compañeros de viaje de Musique Action, reunidos bajo el alias de Ursatz (26/05). Al mando de varias máquinas, atacan de frente con un conjunto muy agresivo y ruidoso, que al menos tiene el mérito de romper con el esquema habitual de crescendo/decrescendo. Esta montaña rusa es bastante fascinante de observar (uno se pregunta quién produce qué), y de escuchar, por el vaivén entre la abstracción sonora (con algunos estallidos electrónicos y otros bellos sonidos "concretos", reforzados por la espacialización) y la tentación narrativa: Sin embargo, es cuando esta última toma el relevo -con la aparición fugaz de grabaciones de campo (canto de los pájaros, susurro del agua), ritmos casi pulsantes, capas casi melódicas- cuando la música produce su efecto más hermoso y consigue conmover de verdad.

También habitual del festival y figura clave de la escena experimental/improvisada que constituye su cauce histórico, el cantante y clarinetista Isabelle Duthoit me había recibido unos minutos antes en el camerino que compartía con el dibujante Jean-Marc Troubet, alias ProblemasDurante 15 minutos, el dúo recibió a un espectador cada vez para dibujar su "retrato cantado", él con sus pinceles, ella con su voz natural. Una voz sobre la que ya he escrito extensamente en otro lugar, y a la que volveré más adelante.

La última de las figuras históricas de las que se hablará aquí, Jérôme Noetinger pronunciada en la clausura de esta 38ª edición, con Anthony Laguerre Montage es una pieza sonora que, como su título indica, se basa en grabaciones sonoras realizadas durante el montaje de un espectáculo presentado unos meses antes en el CCAM. A partir de este material sonoro (las voces de los técnicos, el choque de las bandas y otros tubos metálicos) que han reunido y reensamblado, los dos músicos han producido una pieza de cine para el oído que emiten desde la sala de control, en un escenario vacío, poblado únicamente por altavoces de dimensiones variables, y animado por raras variaciones de luces y otros movimientos del telón. La contemplación de este fascinante (no) conjunto participa en el tenaz encanto que emana de esta composición, a la vez poética y documental, que revela los bastidores de la creación, y pone en primer plano sus "lados" ocultos pero indispensables...

Hechos y cifras

Esta dialéctica de lo oculto y el desvelamiento, del hecho y el gesto sonoro, de la presencia y la ausencia, está en el corazón del proyecto de MA presentado por el dúo Oxke Fixu, formado por el clarinetista Xavière Fertin y el percusionista Camille Emaille (28/05). Este último, un músico increíble al que había visto 10 días antes en Burdeos acompañando al magnífico y delirante Urs Graf Consort, fue también objeto de un artículo anterior, de nuevo gracias a la asociación Einstein On The Beach. Y me resultó muy curioso descubrir esta creación, al día siguiente de su conmovedor "encuentro sonoro" con Guillaume Kosmicki, durante el cual había retomado notablemente su escasa afinidad con los usos y costumbres anticuados del medio musical contemporáneo del que procede -¡y de estos conjuntos en los que, antes de la interpretación de tal o cual pieza de Xenakis, "el director estrecha la mano del primer violín mientras que es el percusionista quien conduce a toda la orquesta"!
Proyecto híbrido, entre la instalación y la performance, MA -término que, en la cultura japonesa, designa "todas las variaciones subjetivas del vacío, el intervalo, la duración, la distancia" (cito el programa)- se aprehende en la oscuridad, una oscuridad total e impenetrable a través de la cual el espectador es guiado hasta su asiento. Esta oscuridad es propicia para dejar al oído libre para apreciar, sin dejarse guiar por el ojo que permite asignar tal o cual gesto a tal o cual sonido, la naturaleza de los sonidos que se le ofrecen. Una naturaleza ambivalente, ambigua, donde los timbres se mezclan y se funden: ¿es la percusión (un gong o un cuenco frotado por un arco?) o el clarinete, ese sonido continuo que comienza a extenderse lentamente desde el silencio? ¿Es la percusión o el clarinete (un clarinete que sopla sobre un platillo "preparado"?), ese crujido que responde desde el otro lado de la habitación? Sólo gradualmente se comprende la configuración de la sala, con el público formando un círculo alrededor de un espacio central ocupado por esculturas de arcilla colocadas sobre pedestales, obras de Aurore Emaille, que son iluminadas intermitentemente por una luz; que entendemos que los dos jóvenes músicos están de pie detrás de nosotros, y que a nuestro alrededor hay gongs y otros instrumentos en los que se fijan transductores que les permiten vibrar a distancia: el clarinetista se convierte en percusionista, y viceversa. En gran parte silenciosa, pero que termina con el estruendo metálico de los gongs golpeados con crótalos, MA se desarrolla como una ceremonia inquietante, un ritual intemporal que sobrecoge nuestros sentidos y nuestra percepción.

El día anterior, las mismas preguntas ya nos las había sugerido Phase, una performance-instalación concebida por David Merloen el que un bajo colocado en un soporte, como un pedal steel o un teclado, y violentamente iluminado por destellos de luz roja o blanca, parece tocar solo. De hecho, está en bucle sobre sí mismo a través de un sistema informático que reprocesa en directo los sonidos y vibraciones del instrumento, que el instrumentista a veces impulsa, a veces observa, sentado en un rincón de la sala. Una actuación electrizante, con sonidos a veces muy rockeros, de la que se desprende una pregunta: ¿qué ocurre con la improvisación cuando el instrumento parece tener una personalidad autónoma y escapar de su creador?

Otra cara nueva que apareció este año en la constelación de Musique Action, Melaine DalibertGuillaume Dalibert, pianista y compositor afincado en Rennes, donde también enseña en el Conservatorio y preside el excelente festival Autres Mesures, tuvo carta blanca para su concierto en el MJC de Lillebonne (28/05): lo aprovechó para tocar piezas cortas que le confiaron músicos amigos -Sylvain Chauveau, Stéphane Garin (dos de los fundadores del Ensemble 0) y Mocke-, antes de interpretar una miscelánea de nuevas composiciones y extractos de Resplandecienteel disco que acaba de publicar el sello de Nancy Ici d'Ailleurs, del que Guillaume Kosmicki ya dijo en Sonido del hemisferio Guillaume Kosmicki ya ha hablado bien de ella.

Frente a las amplias propuestas de las composiciones algorítmicas por las que se ha dado a conocer, se trata de piezas cortas que el autor califica de "instintivas", y que suenan como esbozos, miniaturas que consisten en la repetición de secuencias de acordes o motivos melódicos sencillos que parecen arrebatados al tiempo, como esas ideas musicales que surgen del silencio y que nos complace repetir antes de dejar que vuelvan a él... Heredera de las múltiples corrientes del minimalismo americano, de Philip Glass a Harold Budd o Peter Garland, Melaine Dalibert no ha terminado de trazar su camino en nuestros oídos.

El día anterior, en el mismo lugar, el concierto del italiano Dario Calderone , al contrabajo de cinco cuerdas, adquirió una dimensión especial en relación con la propuesta de David Merlo. Tocó Voyage that never ends, una pieza transmitida por su maestro Stefano ScodanibbioTocó Voyage that never ends, una pieza transmitida por su maestro, un gran contrabajista italiano fallecido hace apenas diez años, amigo de Giacinto Scelsi y Terry Riley y otro compañero de viaje de Musique Action. En este caso, fue un verdadero encuentro mano a mano entre el músico y su instrumento el que pudimos presenciar en el transcurso de este "viaje" que, acertadamente llamado así, nos llevó por una gran variedad de estados y climas: primero un largo crescendo, un paseo rápido y pulsante desde el registro grave hasta el agudo, donde las cuerdas, a veces frotadas, a veces golpeadas, dejan salir poco a poco armónicos y resonancias que parecen multiplicarlo, dando lugar a una cuasi polifonía; luego un pasaje en pizzicati donde el músico utiliza todas las potencialidades percusivas de su arco para dar vida a sonidos inéditos; una tercera parte donde el arco, rozando esta vez las cuerdas, produce un grano que se acerca a la saturación, antes de volver a la vertiente rítmica con la que había comenzado el concierto. Un emocionante viaje más allá de lo habitual, del que el intérprete sale como aturdido, sin aliento, y el oyente con él.

Libertinaje energético

De hecho, esta edición de Musique Action estuvo llena de energías únicas. La energía muy "rockera" del trío formado por Isabelle Duthoit, la baterista Steve Heather y el guitarrista Andy Moor juntos por primera vez (27/10). Debo admitir que siempre me impresiona el fabuloso sonido que este último, con la ayuda de un solo pedal, consigue obtener de su instrumento: denso, carnoso, preciso, a veces poderosamente grave, a veces metálico y afilado, se combina de forma ideal con el toque contrastado de Steve Heather, que forma el contrapunto ideal. Sumergiéndose como una sirena en este magma sonoro, Isabelle Duthoit, a veces al clarinete, a veces a la voz, impone una presencia magnética, que a veces me recuerda a Blixa Bargeld (Einstürzende Neubauten) o a Diamanda Galas. Un concierto electrizante, al que uno hubiera querido asistir de pie en un foso furioso.

Por el contrario, es una energía muy zen la que emana de la pieza Femenine de la estadounidense Julius Eastman (26/10), un compositor que murió prematuramente (en 1990, a los 50 años) al final de una vida caótica, y cuya obra apenas comienza a salir del olvido. Una grabación en directo fue el único rastro de Femenine (1974). El percusionista Stéphane Garin (deConjunto 0) y el saxofonista Julien Pontvianne (de Aum Grand Ensemble) han unido sus fuerzas para producir esta transcripción para doce músicos, grabada el año pasado para el sello Sub Rosa. Durante casi una hora, esta larga pieza repetitiva, llevada inflexiblemente por un ritmo de campanas y un inquietante motivo de vibráfono, adquiere toda su dimensión en el escenario. Es, en efecto, un espectáculo hechizante que se desarrolla entre los diferentes atriles (incluida la voz de Ellen Giacone), la melodía parece pasar de uno a otro para sumergir al oyente en un baño de sonidos casi amniótico. Siempre igual y al mismo tiempo siempre cambiante, esta música sumerge al oyente en un trance meditativo que no se puede decir si ha durado 10 minutos o 10 horas.

Una sensación similar dieron los Slow Time Low Freqs deElsa Biston (28/10), otra pieza que (al igual que MA de Oxxe Fixu, al igual que Phase de David Merlo) puede ser interpretada además de instalada. Sentada en medio del público, invitada a relajarse sobre cojines, la compositora controla un conjunto de transductores conectados a diferentes objetos (sobre todo grandes tambores metálicos) e instrumentos (diversos instrumentos de percusión, principalmente tambores y gongs) colocados en soportes por toda la sala, en los que difunde frecuencias y sonidos (¡incluidos fragmentos de Mendelssohn!) que los hacen vibrar. El resultado es una pieza que, tras la apariencia de un largo zumbido, ofrece, por el contrario, una gran sutileza de contrastes y variaciones. Más allá de lo espectacular y sorprendente de su montaje, Tiempo lento Frecuencias bajas revela sobre todo un sentido de la dramaturgia notablemente fino que da la sensación de ralentizar el tiempo, cuyo ritmo parece seguir el de las frecuencias que se rozan y responden en nuestros oídos.

Esta inmersión en uno mismo fue una preparación ideal para uno de los momentos más esperados de esta edición: la presentación, por parte de Louis-Michel Marion (viola da gamba) y Carol Robinson (viola da gamba) y (birbyne, instrumento lituano emparentado con el clarinete) de dos partes del monumental ciclo "en curso" deEliane Radigue Occam Ocean, incluyendo una creación para viola da gamba sola. La música de Eliane Radigue, estática, extensa y, sin embargo, desesperadamente viva y orgánica, es como una respiración: la respiración del oyente parece seguir casi naturalmente las minúsculas fluctuaciones del material sonoro al que los músicos, con un trabajo paciente y exigente, consiguen dar sustancia. Estas dos piezas, que aún no había escuchado, no rompen la "regla": más bien breves, permiten sin embargo sutiles evoluciones estilísticas, sobre todo en la interpretación de la viola da gamba, que en ambas piezas ya no se limita a una sola nota, sino que explora toda la gama, empezando por el registro inferior y subiendo progresivamente, antes de volver a su punto de partida. Como siempre, uno sale feliz, apaciguado, perdido y al mismo tiempo centrado, de la escucha de esta música, cuya experiencia es siempre poderosamente beneficiosa.

David Sanson

Fotos Pierre Bastien © Barbara Donaubauer
Fotos Festival © Christophe Urbain

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