Nacido en 1985 en Pembury (Reino Unido), Oliver Beer vive y trabaja entre Londres y París. A través de performances, películas y conciertos, el artista británico, que se formó como compositor y músico, sitúa la voz humana en el espacio y reconfigura la arquitectura calculando sus frecuencias resonantes. Primer plano de la 59ª Bienal de Venecia 2022.
En el centro de su obra, la interacción entre el espacio arquitectónico y la voz humana constituye la base de un amplio corpus de actuaciones acústicas, articuladas en torno a lo que él denomina The Resonance Project. En este proyecto, Oliver Beer experimenta con la interacción del espacio y el sonido. Al revelar las oscilaciones de la armonía y su "coreografía" con lo vivo, establece una conversación real entre los cuerpos y la arquitectura, y el potencial de esta relación para modificar las percepciones.
Sus obras se organizan en un cara a cara entre dos conjuntos de cajas de resonancia que interactúan: los cuerpos de los cantantes y la arquitectura, que se convierten en instrumentos musicales en función de los materiales utilizados. Las composiciones sonoras de Oliver Beer se basan en efectos de retroalimentación, ecos y bucles que aumentan el sonido y la voz, multiplicando el texto cantado por sí mismo: recitativos, oraciones(Worcester College, Oxford, 2007) y descripciones tautológicas de arquitecturas y lugares por parte de las voces constituyen los materiales del canto.
La pieza Pay and Display(2010-2011), por ejemplo, pone la arquitectura de un gran aparcamiento de hormigón bajo el control de las voces de un coro de cantantes y voces infantiles, que la hacen resonar a partir de dos enunciados que describen el valor de uso del aparcamiento:"You must Pay and Display ", "Except on Sundays ". Los recitativos cantados en canon en varios puntos de la arquitectura calculan las frecuencias sonoras naturales del lugar.
Abbazia di Farfa, Roma (2008) multiplica infinitamente el proceso de bucle sonoro de las construcciones vocales de Oliver Beer. Las palabras de la oración del "Padre Nuestro" se cantan a través del espacio de una iglesia abacial románica, utilizando frecuencias resonantes para hacer audible el edificio. Grabado y retransmitido por altavoces, el canto del "Padre Nuestro" se vuelve a grabar y reproducir en bucle, y luego se graba de nuevo (un dispositivo que recuerda a I am sitting in a room, de Alvin Lucier, nota del editor).
En este proceso sonoro en bucle, la propia arquitectura absorbe las frecuencias resonantes que se amplifican, eliminando las frecuencias no resonantes. EnDeep and Meaningful (2009-2010), el artista colocó un coro de cantantes en un alcantarillado de la época victoriana en Brighton, para calcular de nuevo su frecuencia resonante.
La palabra cantada "Amen" invade todo el espacio de la alcantarilla, transformándola en una gigantesca gaita. Las obras que componen el proyecto genéricoProyecto Resonancia (2007-2010) son todas composiciones para sintonizar espacios arquitectónicos. A la partitura sonora, fijada en el espacio por las voces de los cantantes, se superpone gradualmente la música "producida" por la propia arquitectura.
En una pieza más reciente, Oliver Beer ha elegido el propio cuerpo humano como vector para la emisión y difusión del sonido y la voz. En Composition for Mouths (Songs My Mother Taugh Me, 2018), parejas de cantantes interpretan canciones aborígenes tradicionales australianas y ragas indios de boca a boca, ajustando sus voces y respiraciones al cuerpo del otro. En la exposición Household Gods (Dioses domés ticos) organizada en la galería Thaddaeus Ropac en 2019, presentó un nutrido grupo de objetos domésticos procedentes de colecciones familiares a los que la artista dio "voz", rodeándolos de micrófonos que amplificaban las diversas frecuencias sonoras relativas al espacio expositivo y cuya resonancia rapsódica de los objetos determinaba extraños bucles sonoros retroactivos.
Por último, en la 59ª Bienal de Venecia, el pasado mes de junio, el artista continuó con Uncombed, Unforeseen, Unconstrained -una performance de 24 horas escenificada en el Conservatorio de Música-, el artista siguió experimentando con el sonido de los objetos: sentado frente a un pequeño armonio, tocó una serie de escalas que resonaban con diversos objetos colocados frente a él: una tetera, un pato de porcelana...
Pascale Cassagnau