El horizonte del comúnSylvie Pébrier

Recursos 02.02.2022

En su ensayo publicado por Aedam Musicae, Reinventar la música en sus instituciones, sus políticas, sus relatos, Sylvie Pébrier, musicóloga y profesora del Conservatorio Nacional Superior de Música y Danza de París, hace un balance de las políticas culturales francesas y constata que los relatos de las instituciones se están agotando. Fruto de una larga experiencia en contacto con los músicos, esta obra se distingue por sus posiciones fuertes y valientes, que a veces invitan al debate y de las que nos hacemos eco.

Sylvie Pébrier tiene una relación personal con la alteridad cultural, probablemente heredada de sus investigaciones sobre los jesuitas en América Latina durante el periodo colonial. Este indescriptible sentimiento de incompletud y de transformación íntima, en la experiencia del encuentro (culturas, lenguas, obras de arte, personas...), puede explicar el profundo apego del autor a la mediación como "compartir una experiencia sensible como corolario de la elaboración común del sentido".  

La política cultural, un récord mixto
El libro nos invita a "escudriñar", a "hojear con los ojos" y a buscar una "visión de conjunto" en un mundo compartimentado, testimonio de la división del trabajo. Se dirige tanto a los actores del mundo de la música como a los artistas-profesores, directores de instituciones y estudiantes que deseen comprender la evolución de la política cultural francesa y la creación de las instituciones de nuestro tiempo, siempre magníficamente contextualizadas.
El último Encuesta sobre las prácticas culturales de los franceses es indicativo de un declive de los conciertos de música clásica como práctica cultural (solo el 6% de la población acudió a un concierto de música clásica en 2018, algo más para el jazz, concretamente el 11%), lo que puede leerse como un balance mixto de las dos principales corrientes de la política cultural francesa desde la creación del Ministerio de Cultura en 1959. Sylvie Pébrier podría haberse contentado con la metáfora de "antes era mejor", pero nos da a ver los derechos culturales, consagrados en la legislación francesa desde 2015, como un "elemento importante de una posible renovación de las políticas públicas en materia de cultura", una forma de articulación entre la democratización cultural de André Malraux(acceso) y la democracia cultural de Jack Lang(participación) que pone de relieve el fértil potencial de la contribución de las personas a la vida cultural y, eventualmente, a las obras de arte* (citemos aquí los trabajos de David Hudry, Loïc Guénin o Alexandros Markeas).

Los derechos culturales en acción
En su capítulo final, Avanzar juntos en tiempos inciertos, el ensayo sitúa a la educación, la primera infancia y la juventud en el centro de las cuestiones en juego al mencionar la necesidad de un "importante esfuerzo concentrado en la formación, la acción y la evaluación".
Si bien la acción del Estado durante la pandemia para apoyar a los artistas y a las organizaciones de las artes escénicas es digna de elogio, al igual que las inspiradoras reflexiones llevadas a cabo por las organizaciones profesionales sobre cuestiones sociales y medioambientales, es lamentable que no exista una visión global para la música y, sobre todo, que los aspirantes a músicos (así como los futuros aficionados y los ciudadanos) -la "base de la pirámide musical"- no hayan sido objeto de atención. En efecto, el autor recuerda que "la vida cultural de una persona está determinada desde los primeros años de su vida y que la calidad de las relaciones e interacciones con su entorno es determinante".
Establecidos en un territorio, los centros de recursos, los conservatorios podrían volver a situarse en el centro de los debates, en un momento en que la profesión experimenta una pérdida de sentido. Tener en cuenta los derechos culturales en los centros de educación artística es una oportunidad para avanzar hacia una definición antropológica de la cultura, una oportunidad para ver (¿y oír?) de forma diferente, para abordar las cuestiones de "creación" y "transmisión" desde el ángulo de la "ciudadanía planetaria", del "pensamiento complejo" evocado por el sociólogo Edgar Morin**. Este cambio, dice, nos lleva a "cuestionar la historia, no para hacer borrón y cuenta nueva, sino para tomar conciencia de los procesos de construcción". En otras palabras, reconocer que ciertas jerarquías son el resultado de construcciones no significa aniquilar el pasado frente a la idea de que "todo es igual", sino que nos permite abordar con humildad ciertas cuestiones legítimas de la actualidad, como la inclusión, la ecología o la equidad de género. Podemos pensar en particular en las distinciones a veces condescendientes que persisten entre la música "culta" y la "popular", entre los repertorios llamados "de concierto" y "pedagógicos", entre actividades que serían nobles (solista, concertista, director de orquesta, profesor) y otras que lo son menos (mediador, asistente, acompañante, dumista, etc.), y que es necesario cuestionar.  

Una política de relación
Con el objetivo de situar a los aficionados en el centro de las preocupaciones de los conservatorios, a los que a veces se les acusa de "elitismo", podemos entender las preocupaciones que pueden tener los músicos ante los requerimientos de apertura, que podrían constituir una forma de retraimiento o incluso de desaparición para ellos. Pero la apertura a otras tradiciones, a otros repertorios, a otros gestos, que no va acompañada de una "política de relación", que favorezca la sintonía, la traducción y la hibridación, conduce a menudo a la incomprensión, a través de la yuxtaposición de actores dentro de la institución, sin posibilidad de encuentro. Del mismo modo que las lenguas son probablemente nuestro patrimonio más preciado, podríamos reafirmar la transmisión de repertorios, gestos y técnicas al servicio de una forma deaisthanomai (siento que siento), una forma de percibir y pensar la creación musical como una puerta de entrada a las vibraciones del mundo, a la empatía y, por lo tanto, a la ciudadanía, una reflexión que a veces han liderado ciertos compositores. 

MARCHER [dessus le paysage] by Loïc Guénin from Loïc Guénin on Vimeo.

La ópera como testigo de nuestro tiempo
Sylvie Pébrier nos recuerda la necesidad de articular las 3 misiones de los conservatorios, a saber, las vías de acceso a la enseñanza superior, la formación de aficionados y las misiones en la ciudad, sin que una vaya sin las otras. El programa AIMS, desarrollado por el Conservatorio de París en colaboración con otras escuelas de arte, es un magnífico ejemplo de ello. Se trata, pues, de una oportunidad para reinvertir el espacio político -en su sentido etimológico- a pesar de la tentación histórica de una cierta autonomía de la música, que las artes visuales han entendido bien. La ópera contemporánea es quizá el lugar más adecuado para contar las historias de nuestro mundo, como demuestran las muy recientes obras de Philippe Manoury(Kein Licht, 2017) sobre los temas de los peligros nucleares tras Fukushima, Kaija Saariaho (Inocencia2021), una obra multilingüe sobre los asesinatos en masa, y Sivan Eldar (Like Flesh, 2022) sobre ecología e inteligencia artificial. Ni que decir tiene que hay muchos más temas por explorar. 

La calidad es objeto de debate
Entre las propuestas de este libro, destaca el método de evaluación compartida, implantado desde 2013 en los Centros Culturales de la Federación Valonia-Bruselas. Poner a los actores de un proyecto en torno a una mesa para "extraer valor" permite que cada uno de ellos se sienta actor del proyecto, porque, como recordó Luc Carton, "la calidad es una cuestión de discusión". Habiendo iniciado personalmente un proceso de evaluación compartida de forma experimental desde septiembre de 2021 dentro de la clase de acordeón de la ESMD de Lille, así como proyectos vinculados al territorio en el Conservatoire à rayonnement régional de Boulogne-Billancourt, fuertemente inspirado por mis experiencias como músico en contacto con otros artistas, Los resultados son muy prometedores porque alimentan la relación de excelencia con el instrumento, la profundización de los repertorios más exigentes que se enseñan, así como el espíritu de co-construcción, una forma de tejer la experiencia del arte en la vida. 

El ensayo se cierra con un cambio de escala: el papel de la música al servicio de la paz, que recuerda las preocupaciones del seminario internacional anual sobre música y transformación social organizado en Bogotá por la Fundación Batuta (Colombia): Sylvie Pébrier nos recuerda que el diálogo de las culturas del mundo es esencial para mantener la paz.

Este notable ensayo, apoyado en inspiradoras referencias bibliográficas, nos invita a experimentar, a practicar la desviación, la cooperación y a "comprometernos en la construcción de un mundo donde la vida esté en el centro", con la igualdad como horizonte político.

Vincent Lhermet

* Baptiste Morizot y Estelle Zhong Mengual, Esthétique de la rencontre : l'énigme de l'art contemporain, Seuil, 2018, 166p.
**Edgar Morin, Les Sept savoirs nécessaires à l'éducation du futur, Points, 1999, 67p.

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