Música en pedazosLa crónica de la escucha

Crónicas 28.05.2021

Los cambios en los medios de comunicación y la tecnología siempre han condicionado la forma de escuchar y crear música. ¿Hasta qué punto es compatible la "metamorfosis digital" de la música y la llegada del streaming y las listas de reproducción con la música creativa? Retazos de reflexión al azar.

Es bien sabido que, desde que existe la música grabada, la evolución tecnológica de los medios y formatos ha determinado no sólo la forma de escuchar la música, sino también de crearla. Así, el álbum (Long Play o LP) se convirtió, en el ámbito de la música popular, durante la segunda mitad del siglo XX, en el equivalente del opus para la música occidental de tradición escrita: en el caso de un músico de pop o de jazz, crear una obra era componer (y publicar) un álbum (que en ocasiones podía ser doble, o incluso, muy excepcionalmente, triple). 

Así, la llegada del CD, que permitía almacenar hasta 80 minutos de música (frente a unos 40 minutos del LP), provocó en los primeros tiempos un aumento excesivo de la duración de dichas obras: muchos de los álbumes editados directamente en CD en la década de 1990 eran realmente muy, si no demasiado, largos, innecesariamente habladores, equivalentes a un álbum doble de vinilo, trivializando de hecho un formato que, en la era analógica, seguía siendo una excepción, que los críticos consideraban con especial atención; editar un álbum doble, entonces, significaba tener algo especialmente importante que decir.
Luego volvimos a las proporciones más habituales, y a los CD que podían durar sólo cuarenta minutos (un disco demasiado largo siempre es peor que uno demasiado corto; la frustración siempre será preferible al cansancio). Sin embargo, para el repertorio y la música experimental, el CD representó un regalo del cielo, no sólo en términos de calidad de sonido, sino también porque permitió ofrecer programas más largos y, sobre todo, escuchar sin interrupción piezas -pienso, por ejemplo, en algunas composiciones deEliane Radigue- cuya duración superaba ampliamente la de una, o incluso dos caras de un LP.

Hay que señalar que, globalmente, esta evolución de los medios de comunicación ha ido durante mucho tiempo en la dirección de una mejora constante de la calidad del sonido, hasta llegar al CD que, en este sentido, puede considerarse como un apogeo. Desde entonces, la hegemonía de la tecnología digital y la generalización de la música desmaterializada, marcada por la escucha de archivos cada vez más comprimidos (mp3 de calidad a menudo mediocre) en dispositivos cada vez menos adaptados (teléfonos móviles u ordenadores, auriculares de mala calidad o altavoces Bluetooth), ha iniciado un innegable declive de la calidad. 

Los nuevos criterios parecen estar ahora en otra parte: Además de la cantidad (infinita o casi), lo que parece importar hoy en día a la hora de considerar la música son su portabilidad y su dimensión "instrumental", en el sentido de "utilitaria", lo que la socióloga musical estadounidense Tia DeNora llama "especificidad escénica"(1), es decir, la capacidad de una pieza musical para acompañar un estado de ánimo concreto (zen o nervioso), una situación particular (una cena a la luz de las velas, una velada festiva) o un momento concreto del día (la salida del trabajo, un viaje por carretera). En otras palabras, el triunfo de la lista de reproducción.
La lista de reproducción no es ciertamente un fenómeno nuevo: ya en el siglo pasado, la aparición del casete permitió a todo el mundo confeccionar sus propias listas de reproducción copiando y yuxtaponiendo pistas de diferentes discos. Se llamaban recopilaciones, y no eran sólo una prerrogativa de los "oyentes expertos" de antaño, ya que también existían en forma discográfica. Si no encuentro ningún rastro en YouTube de los fabulosos recopilatorios del sello inglés E.G. Pienso, por ejemplo, en esta recopilación, publicada en 1986 por el sello bruselense Les Disques du Crépuscule, que no tiene mucho que envidiarles en cuanto a eclecticismo, ya que en ella podemos encontrar compositores más o menos afines al minimalismo como Michael Nyman, Gavin Bryars o Harold Budd, así como grupos de la escena post-punk como The Durutti Column, A Certain Ratio..:

El formato álbum no ha esperado a la hegemonía del streaming y de la lista de reproducción para ser roto y reducido a pedazos, sin perder su dimensión canónica. La llegada de la tecnología digital tendría incluso la ventaja de aumentar el abanico de posibilidades en cuanto a formatos: permitiendo ofrecer álbumes muy largos para descargar, o incluyendo imágenes, vídeos, etc. Sin embargo, en 2016, un estudio realizado por LOOP (Lots of Online People) entre 3.014 oyentes estadounidenses sobre sus hábitos de escucha musical reveló que las listas de reproducción habían superado ya a los álbumes: las primeras representan el 31% del tiempo de escucha, frente al 22% de los segundos. 


Otra práctica "ancestral", al menos anterior a la era digital: la música "ambiental". La "especificidad escénica" de la música no es de ahora, y muchos melómanos -incluido un servidor- no esperaron al triunfo de las listas de reproducción transportables para hacer un uso intensivo de la música como música de fondo. En 2017, los "hipsters" se divirtieron mucho en las redes sociales con un artículo publicado en Elle sobre el uso de la "escucha lenta ", es decir: escuchar la música o un álbum sin hacer nada más.
Este reciclaje de "bienestar" de una práctica muy extendida entre muchos amantes de la música podría, sin duda, hacerte sonreír. El hecho es que, aunque haya tantos regímenes de escucha como individuos, algunas músicas no se prestan a una escucha distraída, y las músicas "creativas", escritas o no, menos que otras. Esto se debe principalmente a sus fuertes variaciones dinámicas, que obligan a corregir constantemente el nivel de sonido, lo que contrasta con la uniformidad en términos de sonido de toda la producción musical mayoritaria. Además, las plataformas de streaming como Spotify o Deezer son completamente inadecuadas para la música clásica y contemporánea, que no dan ninguna importancia a los intérpretes y condenan cualquier intento de encontrar una interpretación particular de una obra.

Sin embargo, esto no impidió que un estudio publicado el año pasado por Chartmetric sobre las prácticas musicales durante la crisis sanitaria, titulado COVID-19's Effect on the Global Music Business, Part 1: Genre, concluyera que tres categorías de música habían ganado en popularidad durante el periodo de contención: la música infantil, la música clásica (incluida la música contemporánea y la ópera) y lo que denomina música ambiental, de relajación y experimental. Sin duda, hay que matizar este resultado recordando que los compositores de música para piano de la milla, como el italiano Ludovico Einaudi ("el hombre de los dos mil millones de escuchas") o el estadounidense Max Richter, se consideran "compositores contemporáneos". Pero ese es otro tema, y el tema, quizás, para otra columna.

En muchos sentidos, lo que Fabien Granjon y Clément Combes han llamado la "transformación digital" de la música(2) ha cambiado radicalmente los hábitos de escucha, especialmente entre la generación digiborn (o nativos digitales). A la desmaterialización de los formatos se ha unido el aumento de poder de los algoritmos, que ahora ordenan y guían los hábitos de escucha de la gran mayoría de los oyentes. ¿Cuál es su impacto en la música creativa? ¿Hasta qué punto dejan espacio para lo inesperado, lo inaudito? Más información en el próximo número.

David Sanson

1. Tia DeNora, Music in Everyday Life, Cambridge: Cambridge University Press, 2000, p. 111, citado por Nancy Weiss Hanrahan, "Musical discovery in the digital regime. Personnalisation, popularité et possibilité esthétique", en Philippe Le Guern, ¿A dónde va la música? ¿Transformación digital y nuevas experiencias de escucha?, París, Presses des Mines, Libres opiniones, 2016.

2. Fabien Granjon, Clément Combes, " La numérimorphose des pratiques de consommation musicale. Le cas de jeunes amateurs ", Réseaux, 2007/6-7 (nº 145-146), pp. 291-334. URL:

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