Gavin Bryars. En paroles, en musiques, una colección de entrevistas con Jean-Louis Tallon, es el primer libro dedicado al compositor británico nacido en 1943, autor de la icónica The Sinking of the Titanic en 1972. Tallon, miembro del Collège de 'Pataphysique desde 1974, se revela como un artista eminentemente inclasificable, con una curiosidad de gran alcance y una trayectoria tan rica como ejemplar.
¡Qué carrera y personalidad tan fascinantes las de Gavin Bryars! Para muchos melómanos, este compositor inglés nacido en 1943 sigue siendo sobre todo el autor de dos piezas que han tenido el raro privilegio de convertirse en "éxitos" de la música llamada "contemporánea", de tendencia experimental:The Sinking of the Titanic y Jesus' Blood Never Failed Me Yet, ambas estrenadas en 1972, grabadas tres años más tarde para el sello Obscure de Brian Eno y recuperadas regularmente desde entonces, ya sea por músicos o coreógrafos. Pero estas partituras, que pronto cumplirán cincuenta años, obra de un compositor que entonces sólo tenía 29, no pueden resumir por sí solas una obra que no ha dejado de ampliarse y ramificarse desde entonces, hasta contar hoy con casi 200 opus, y una trayectoria artística ejemplar en muchos sentidos.
Esta es la principal virtud de Gavin Bryars. En paroles, en musiques, recopilación de entrevistas publicada por Le Mot et le Reste de Jean-Louis Tallon y primer libro dedicado al compositor, es permitirnos tomar la verdadera medida de esta apasionante carrera. Autor de varios libros de entrevistas, con el escritor Pierre Bergounioux y músicos como Meredith Monk(1) y Philippe Hersant, Jean-Louis Tallon habló largo y tendido con Gavin Bryars entre 2017 y 2020, recorriendo con él las principales etapas de este viaje en orden cronológico. La pasión de Gavin Bryars por el jazz le llevó a practicar la improvisación libre con el guitarrista Derek Bailey y el baterista Tony Oxley de 1962 a 1966, en particular formando parte del Joseph Hollbroke Trio, antes de abandonar la práctica de la noche a la mañana, dejando de lado su instrumento durante muchos años para dedicarse a la composición.
Los inicios de su "carrera" como compositor, que él describe como en gran medida "autodidacta, poco ortodoxa y empírica", estuvieron estrechamente ligados a las escenas emergentes "experimental" -tal y como la entiende Michael Nyman en su libro Experimental Music- y minimalista. Durante un viaje a Estados Unidos, trabajó durante un tiempo con John Cage, conoció a Steve Reich, Philip Glass, John Adams (con quien a veces se mostraba tiernamente cáustico) y, sobre todo, a Terry Riley. En Inglaterra, fuertemente influido por la obra del compositor Cornelius Cardew, en 1970 ayudó a fundar la mítica e iconoclasta Portsmouth Sinfonia en la Escuela de Bellas Artes de Portsmouth, donde imparte clases: una orquesta abierta a todos los aspirantes a músicos, cualquiera que sea su edad o nivel -Michael Nyman, Brian Eno y Simon Fisher-Turner estaban entre sus miembros, junto con numerosos estudiantes de arte que eran completos principiantes- que se propone reelaborar los estándares de la música clásica de una manera perfectamente relajada y refrescante.
Al mismo tiempo, Bryars imparte clases en varias escuelas de arte y lleva a cabo una exhaustiva investigación sobre los artistas y figuras que le fascinan: Es un gran conocedor y ferviente admirador de Marcel Duchamp y Julio Verne (cuya obra inspiró muchas de sus piezas, empezando por su segunda ópera, Doctor Ox's Experiment, estrenada en 1998 en la English National Opera y dirigida por el cineasta canadiense Atom Egoyan, o By the Vaar, una pieza para contrabajo y orquesta escrita para el contrabajista de jazz Charlie Haden), también siente una especial predilección por las figuras excéntricas (de Erik Satie a Lord Berners y los poetas de OuLiPo). Su amplia cultura y su curiosidad por todos los ámbitos del arte y la ciencia, que tiene la delicadeza de aderezar con un seco sentido del humor británico, son dos de los rasgos más llamativos de la personalidad de Bryars. No es de extrañar que sea miembro del Collège de 'Pataphysique desde 1974 (cuando comenzó su trabajo sobre Duchamp) , y que en 2015 -como Jacques Prévert, Joan Miró, Man Ray y Umberto Eco antes que él- se uniera a la cima de su jerarquía: el Cuerpo Trascendente de Sátrapas.
Resulta tentador entender la carrera de Gavin Bryars a través de la noción de "excentricidad", sobre todo si nos remitimos a su definición astronómica: "lo que se desvía de un punto considerado como el centro". El compositor nunca dejó de ir donde no se le esperaba, de ser excéntrico, tan receloso del dogma y del academicismo como preocupado por no repetirse.
Al mismo tiempo, este seguidor del budismo zen se muestra excesivamente centrado y equilibrado, a pesar de los periodos de duda y a veces de intensa depresión que han marcado su carrera... Sea como fuere, los primeros años ochenta marcaron un nuevo giro en su obra. Asumiendo su amor por el posromanticismo de Strauss, Busoni y Zemlinsky, expresado en su primera ópera,Medea, puesta en escena en 1984 por Bob Wilson, se propuso revisitar nueve siglos de historia musical occidental, de Pérotin y Palestrina a Webern, Bill Evans y el Minimalismo, pasando por Schubert, Alkan y Saint-Saëns. Una historia que le proporciona el argumento y el material para una obra que es menos posmoderna -en la medida en que la ironía, por oposición al humor, está ausente la mayoría de las veces, al igual que la cita- que "poshistórica", para utilizar las palabras de David Christoffel(2). Gavin Bryars no duda en abordar los géneros canónicos, escribiendo cinco óperas, varios conciertos, cuatro cuartetos de cuerda, dos réquiems, imponentes ciclos de laudes y seis libros de madrigales sobre sonetos petrarquistas, al tiempo que crea su propio conjunto y vuelve al contrabajo...
Gavin Bryars es un músico tan investigador como explorador, tan Sherlock Holmes como Philéas Fogg, un hombre que se ha cruzado con Carla Bley y Philip Jeck, Merce Cunningham y Carolyn Carlson, Delphine Seyrig y Bertrand Belin(3)? A lo largo de las páginas y de las preguntas de un entrevistador que nunca busca ponerse en evidencia, Gavin Bryars emerge como un hombre a la vez humilde y seguro de sí mismo, enamorado de la vida y curioso por las personas, sensible tanto a los paisajes y a la geografía como a la historia y a la ficción, sin rehuir nunca un espíritu crítico (Brian Eno, Philip Glass o Michael Nyman son suavemente arañados) que parece ejercer sobre todo hacia sí mismo. A fin de cuentas, es un hombre eminentemente simpático y atento -esa es también la impresión que me dejó nuestro único y breve encuentro, en 2012, en Le CentQuatre, en París-, un hombre de familia y un artista realizado (sus cuatro hijos son músicos y trabajan con él)... Uno sale admirado de esta lectura, que da ganas de perderse en esta obra laberíntica, ante un viaje de tal riqueza, de tal coherencia incluso en sus reveses. La obra de un artista que, en la época clásica, habría sido calificado sin duda de hombre honesto.
David Sanson