Atravesar la oscuridad en Black Village

Conciertos 01.12.2021

Aurélien Dumont recurre a uno de sus autores favoritos, Lutz Bassmann, alias Antoine Volodine, en su obra homónima Aldea Negra, un teatro musical dirigido por Frédéric Sonntag, que invita a una actriz y a seis músicos a subir al escenario.

En los escenarios de Ile de France, en otoño de 2021, se multiplican los espectáculos multidisciplinares que combinan propuestas ricas y originales. En el Pueblo Negro, como en Les Furtifs o La Vallée de l'étonnement, se trata de asociar texto y música, palabras y sonidos, en lo que se conoce como teatro musical. Para cada una de las producciones, se emprende una reflexión y opciones para dar vida a estas dos entidades temporales: inscribiendo el texto en su entorno sonoro (La Vallée de l'étonnement), permitiendo que la palabra hablada entre en el tempo de la música(Les furtifs), o, como pretende el compositor Aurélien Dumont en Black Village, invirtiendo los espacios que deja el texto, huecos que son propicios para una música que hubiera conservado su rastro.

En Aldea Negra , de Lutz Bassmann, tres personajes, Tassili, Goodmann y Myriam, caminan por la oscuridad que sigue a su muerte. Se trata de un mundo sin luz, en el que se enfrentan a la oscuridad pero también a los caprichos del tiempo, ya que éste no fluye con regularidad. Se estira o se encoge, pero sobre todo se detiene. En un intento de establecer puntos de referencia en su viaje, estas almas errantes se cuentan a sí mismas historias, pero estas historias se detienen sin razón: los "narrats" de Volodine se convierten en "interruptas"...

En el montaje de Frédéric Sonntag, los seis instrumentistas ocupan el escenario, el piano y el trío de cuerda en el jardín, el conjunto de percusión y las flautas (soprano, alto y bajo) en el patio. Los músicos de L'Instant donné -que el año que viene celebrarán su vigésimo aniversario- tocan sin director de orquesta, practicando la escucha mutua y una fusión de energía que obliga a la admiración. 

Un telón que imita las paredes de un muro muy antiguo rodea el fondo del escenario y deja filtrar la luz. Luces de neón, bombillas y otras fuentes de luz (la llama salvadora de los mecheros manejados por los músicos) están al servicio de la narración y contribuyen a la calidad onírica tanto como a la intensidad de la historia: como en esta escena sobreexpuesta en la que el gran tambor instalado en el centro del escenario resuena bajo las batutas de Maxime Echardour, un instrumento de trance que remite a los poderes del chamán mencionado en la última historia. 

La actriz Hélène Alexandridis, de presencia hechizante y voz bellamente timbrada, brilla junto a los músicos que, la mayoría de las veces, permanecen en silencio y atentos a ella. Hábil para modular y proyectar su voz en función de sus interlocutores -un tono de persiflage para el pájaro fantasmagórico, fruncido o autoritario, según la situación-, cuenta una historia sangrienta tras otra, entre el sadismo y el humor negro, la historia del carnicero, por ejemplo, al final de la cual Maxime Echardour blande dos enormes cuchillos cuyo choque nos atenaza.

Porque la música comienza donde terminan las historias, una música que, sin embargo, permite intersecciones con el texto, en el momento en que la actriz comienza una nueva historia o durante las intervenciones ocasionales, a menudo salpicadas de humor, que el tema suscita. Esta huella que deja el cuento en el imaginario de nuestro músico se expresa en términos de timbres sugerentes y energía singular que llevan al oyente a otros horizontes: como el juguetón y muy enérgico "pequeño concierto" del kazoo tras la aterradora historia del pájaro asesino. Aurélien Dumont busca la calidad ruidosa de la música que hace uso de amplias técnicas de interpretación y de instrumentos raros, como el que el percusionista hace resonar insistentemente bajo nuestros oídos. El piano está preparado y a menudo tocado en las cuerdas por Caroline Cren, creando pequeñas figuras de bucle con los arcos vecinos, mientras que la(s) flauta(s) de Mayu Sato-Brémaud tocan más en modo percusivo. Es imposible describir la meticulosa ingeniería que anima este singular universo, que nos encanta y cuya complejidad e infinita delicadeza los músicos llevan a la perfección. 

Black Village es un espectáculo fascinante, tanto por el sabor de su historia como por la maravilla de su música, que sublima su espacio onírico. 

Michèle Tosi

Nouveau Théâtre de Montreuil el 29-11-2021
Aurélien Dumont (nacido en 1980): Black Village; proyecto propuesto por L'Instant Donné, basado en un texto de Lutz Bassmann (Antoine Volodine); dirigido por Frédéric Sonntag; diseño de iluminación de Manuel Desfeux; escenografía, vestuario, accesorios de Juliette Seigneur. Hélène Alexandridis, actriz; músicos de L'Instant Donné: Elsa Balas, viola; Nicolas Carpentier, violonchelo; Caroline Cren, piano; Maxime Echardour, percusión; Saori Furukawa, violín; Mayu Sato-Brémaud, flauta.

Foto del artículo © Guillaume Amat
Fotos del concierto © Remy Jannin

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