El pianista y compositor Melaine Dalibert vuelve a las composiciones algorítmicas que tanto le gustan en Night Blossoms, después de haberlas abandonado momentáneamente en un disco anterior, más teñido de pop y de armonías casi románticas. Con este álbum, igual de exitoso, demuestra, por si había alguna duda, que está igualmente dotado en cada una de las dos facetas estilísticas de su arte.
¿Cómo es posible que piezas basadas en construcciones tan abstractas y rigurosas evoquen tanta emoción al escucharlas? La música de Melaine Dalibert lanza al oyente a un mundo en el que la aburrida rutina del tiempo cotidiano ya no es aplicable. No hay medida, ni principio, ni fin: para los que se dejan llevar, Night Blossoms hace perder todo punto de referencia conmensurable.
Desde los primeros segundos de "A rebours", el oído descansa sobre un lecho algodonoso de nubes, casi táctiles gracias a los delicados tonos del piano, que hila lentamente una larga melodía, pacientemente construida a la inversa, por etapas. Comienza su viaje en la última nota, que repite y enriquece cada vez con nuevos grupos de sonidos que la preceden, circunvoluciones y remolinos en los que nos dejamos perder, con la única brújula de un camino que sabemos que podemos retomar.
La niebla de notas arremolinadas de "Windmill" evoca la hipnosis que puede resultar de observar los granos de un reloj de arena vertiéndose lentamente en un solo movimiento, pero cuyas trayectorias de caída son siempre diferentes. El disco pronto nos sumerge en una melancolía indescriptible, teñida de profunda nostalgia.
He aquí las reglas de una de las piezas, "Eolian Scape", tal como las propone el compositor: el proceso es la construcción de una escala de Do menor natural(Do Re MibFa Sol Lab Sib Do) que progresa de tercera en tercera* a partir de la fundamental*, contenida en una sola octava*, sobre un polirritmo binario y ternario* que se vuelve cada vez más complejo a medida que se añaden nuevas notas, a través de las ocho secuencias que se abren con cada adición: Do - Mib - Sol - Sib - Re - Fa - Lab - Do. Todo muy regulado, muy matemático y muy controlado, pero sorprendentemente lejos del efecto que se siente al escucharlo: el de una liberación de los sentidos y de la percepción, unida a una intensa zambullida meditativa. ¿Cómo pueden la razón y la voluntad de racionalizar ser derrotadas de este modo por la alquimia musical, a pesar del riguroso sistema en el que todo se basa? La respuesta reside en gran medida en la interpretación profunda e inspirada de Mélaine Dalibert, a la vez concentrada y natural.
En este viaje, aún queda espacio por explorar, lo que es posible gracias a los efectos de reverberación y eco delicadamente añadidos por David Sylvian en 'Yin' (4) y 'Yang' (6). El antiguo vocalista del grupo Japan, que ha trabajado con artistas de la talla de Ryuchi Sakamoto, Robert Fripp, Holger Czukay y Fennesz, crea un sutil velo electrónico que resuena sobre la acústica naturalmente reverberante del piano, magníficamente grabado a lo largo de todo el álbum. Entre las dos, "Sister" (5) es como una giga minimalista, que gira y baila con su inquietante ritmo de seis tiempos. El disco termina como por sorpresa. Nos deja solos con el aroma de las flores nocturnas...
Guillaume Kosmicki