Estamos en Loja, una ciudad del sur de Ecuador, considerada por muchos el corazón musical del país, con tantos conjuntos, grupos y "bandas" en esta metrópoli popular entre los expatriados europeos, que también presume de ser la primera ciudad verde de Ecuador. Conozca al compositor ecuatoriano Leonardo Cárdenas.
Quedé con Leonardo en un lugar popular entre los jóvenes artistas de Loja: Lemon Trip, un local alternativo que recuerda a las casas ocupadas de Berlín, con limoneros y plantas exóticas en el gran patio lleno de sillones destartalados y carteles vintage. Lemon Trip, regentado por Pablo, batería y ciclista empedernido, es a la vez una "Casa de ciclistas" para ciclistas en ruta y un centro cultural donde Pablo organiza conciertos, representaciones teatrales y veladas poéticas.
Llega puntual, con una pila de discos en las manos.
Hola Leonardo Cárdenas Tienes una carrera de más de treinta años. Empecemos por su carrera como compositor...
Me gusta decir que aprendí tanto composición académica, que viene de la tradición europea, como composición popular, una mezcla que se puede encontrar en mi música. Para mí, la música es una e indivisible, no me gusta compartimentar de esta manera, pero estas dos tendencias, estas dos tradiciones, digamos, existen y coexisten en Ecuador, y más en general en Sudamérica.
Yo nací en Guayaquil, pero soy un músico de Loja. Estudié piano, guitarra y composición en el conservatorio, uno de los más dinámicos del país.
Pasé varios años en Quito, la capital, donde escribí para la orquesta sinfónica. También he creado una serie de conciertos de música de cámara para interpretar y grabar mi propia música, así como la de compositores ecuatorianos de los siglos XIX y XX, aún poco interpretados, como Luis Salgado, Antonio Neumane/ (¡de origen francés, por cierto!), Carlos Ortiz y contemporáneos míos como Gerardo Guevara (que trabajó con Nadia Boulanger, nota del editor) y cuyo trabajo sobre la memoria de los cantos indígenas es importante.
Hablaba de fertilización cruzada. Más concretamente, ¿qué influencias tiene su música?
Mi formación es académica, pero en realidad vengo de la música popular. Eso es lo que me nutrió. Cuando era adolescente, formé parte de un grupo de música folclórica andina aquí en Loja. Continué esta labor más tarde en Quito, trabajando con intérpretes de música tradicional, pero en una dirección más avanzada, más experimental. Ya sea en mis piezas para violín solo, trío, cuarteto u orquesta, me gusta mezclar melodías tradicionales ecuatorianas con la tradición camerística y sinfónica heredada del siglo XIX. En mi música, siempre reflexiono sobre las nociones de identidad y globalización. Hoy en día, un compositor tiene acceso a innumerables tradiciones musicales... El abanico de influencias, y por tanto de posibilidades, es inmenso. Me encantan Ravel, Debussy, Fauré, la música española, el minimalismo norteamericano, así como el folclore latinoamericano y, más concretamente, la música indígena ecuatoriana, sobre la que he investigado mucho. Incorporarla a mi música es una forma de preservar su memoria y, creo, de darle vida. Pienso en particular en mi "Triptico" para orquesta de flautas, un instrumento famoso en nuestro folclore. He llamado a las tres partes de la suite "Amazonia", "Andes" y "Trópico".
También escribí "Natem, Ayahuashca", una obra con nombre quechua que subtitulé "Viaje a mi interior", para quinteto mixto de flautas.
¿Es difícil vivir de la música, ser compositor en Ecuador?
Todas las profesiones musicales son difíciles aquí. En general, los artistas reciben muy poco apoyo de los poderes públicos, como ha demostrado una vez más la pandemia. Hay muy pocos fondos para apoyar a los artistas, y especialmente a los artistas creadores. Estamos bastante solos. Necesitamos más festivales y concursos.
La escuela ecuatoriana de composición está reconocida en toda Sudamérica. Gracias a ella, existe una verdadera red de compositores: compartimos información e intercambiamos mucho. Nos reunimos regularmente. Y lo que es más importante, el mundo de la composición académica y el de la música tradicional y folclórica no son estancos, como ya se habrá dado cuenta. Los músicos a menudo tienen un pie en ambos mundos y disfrutan trabajando juntos. Muchas universidades, en Loja, Quito, Cuenca, etc., albergan verdaderos centros de música folclórica, que forman y apoyan a jóvenes compositores.
¿Y el público?
El público ecuatoriano ama sobre todo la música popular. La música contemporánea más académica -aunque se inspire y se nutra de nuestro folclore- atrae a un público menor en este momento. El reto, aunque no creo que sea específico de Ecuador, es atraer a nuevos públicos y permitir que la creación musical llegue a un público más amplio. Esto nos lleva de nuevo a la cuestión del apoyo público.
Entrevista por Suzanne Gervais