El ascenso y la caída de la duquesa de Argyll

Conciertos 17.06.2021

Powder her face, la primera ópera del talentoso Thomas Adès, nacido en 1971, causa sensación en el escenario del Athénée en la producción de la Nouvel Opéra Fribourg y la dirección de Julien Chavaz.

La obra escénica en dos actos y ocho escenas (y un fantasmagórico Epílogo) fue escrita a los 24 años, en 1995, por el compositor británico Thomas Adès (también pianista y director de orquesta), que la dirigió en su estreno. Basada en un libreto de Philip Henscher, la obra narra la vida agitada y de espíritu libre de Margaret, de soltera Whigham (1912-1993), también conocida como la Duquesa de Argyll, que fue la comidilla de la ciudad en los años 60. Esta ninfómana, una especie de Don Juan femenino que llevaba la cuenta de sus conquistas (88 amantes y más...), tenía la costumbre de fotografiar el sexo de sus amantes; imágenes que contribuirían a su perdición (segundo acto) cuando llegaran a manos de su marido, el Duque.
Tras una escena inicial en su habitación de hotel, la heroína rememora su suntuoso pasado mediante el procedimiento cinematográfico del flashback, desplegando una intriga que abarca los cincuenta y seis años de su existencia, de 1934 a 1990. 


Aunque sólo hay cuatro cantantes en escena, los papeles que interpretan son múltiples: la soprano ligera de Alison Scherzer hace de criada, confidente de la duquesa, amante del duque, etc.; lo mismo ocurre con los dos papeles masculinos, el tenor Timur y el bajo-barítono Graeme Danby, que encarnan a varios personajes con múltiples funciones y posiciones sociales. Sólo la duquesa -SophieMarilley- conserva su identidad, presente en toda la historia excepto en la escena 3, "Aria de lujo", donde su confidente describe con envidia el lujoso estilo de vida de la alta sociedad. 

El enfoque, tanto en el texto como en la música, es humorístico y provocador, utilizando la parodia, la burla e incluso la exageración en beneficio de una crítica ácida de la sociedad, llevada a cabo en un tono desenfadado y con un trasfondo de escándalo: la duquesa no sólo tiene muchos amantes, sino que también practica la masturbación y la felación de forma virtuosa (¡tenga en cuenta que la ópera no está recomendada para menores de dieciséis años!), una forma de acto sexual que escandaliza al bienintencionado entorno de la duquesa.
Un reto para el director Julien Chavaz, que no renuncia a mostrar en escena las actuaciones sexuales de la heroína, recurriendo a subterfugios un poco cómicos -el humo que sale de la bragueta del criado- mientras la mezzo, animada por la música de Adès, sugiere el resto. Hábil en todas las situaciones, Chavaz aprovecha el espacio reducido del escenario del Athénée, apoyándose en una dirección muy cuidadosa de los actores y en la economía del decorado: una cama redonda que puede girar sobre sí misma y paneles que rodean el espacio y de los que cuelgan las luces, las de Eloi Gianini. 

La música de Thomas Adès nos sobrecoge por completo, en un primer acto de gran tensión. El flujo musical virtuoso no se agota a medida que se desarrollan las situaciones dramáticas: "La orquesta es un personaje que ríe, sofoca o llora... participa, muestra, observa al ser humano con ironía", subraya el compositor: maderas ácidas, roces disonantes de las cuerdas, tonalidad pervertida, pasajes ruidosos, etc. Los quince instrumentistas del foso -la Orchestre de chambre fribourgeois, muy en boga bajo la firme dirección de Jérôme Kuhn- asumen el papel de big-band de jazz, orquesta de music-hall o falange de tango (hay un acordeón). Porque la escritura de Adès es poliestilística, mezclando idiomas, estilos y géneros, utilizando citas -el tango de Carlos Gardel Cuesta Abajo que cierra el epílogo-, abusando de las referencias, aunque siempre discretas, manejando el pastiche y activando la polisemia. Los instrumentistas, al igual que los cantantes, asumen a veces varios "papeles": uno de los clarinetistas debe tocar el saxofón (hay tres en el foso), el arpista es responsable del timbre eléctrico, el acordeonista de un carrete de caña de pescar. Los sabrosos interludios nos llevan de una escena y una época a otra, como si de una película se tratara.

La partitura no es menos profusa en cuanto a voces, mostrando una gran variedad de estilos vocales, desde la palabra hablada hasta el Sprechgesang, desde la canción -las escritas para Margaret- hasta el aria vocalizada, e incluyendo todo tipo de excentricidades -la risa, la voz en falsete del barítono, etc. - cuando el tema se vuelve grotesco y burlón. Si la voz de Graeme Danby a veces "tropieza", su aria de bravura al principio del segundo acto -la del juez del tribunal- no carece de relieve y picante. Alison Scherzer es una soprano straussiana, ágil y brillante, a gusto en todas las situaciones. El tenor Timur confirma a lo largo de la ópera sus cualidades vocales y escénicas. En cuanto a Sophie Marilley, soberbia soprano dramática y reina de la velada, encarna como una gran tragediana a esta mujer aparentemente desprovista de alma, entre Lulú y Elina Macropoulos. Atraviesa las épocas con la misma elegancia (y el mismo collar de perlas de tres cuerdas) sin admitir nunca la derrota. Tiene una frase terrible que te hace estremecer, en el umbral de su existencia: "Las únicas personas que fueron buenas para mí fueron pagadas por ello".         

Se podrá ver en el Théâtre de l'Athénée de París, hasta el 18 de junio, a las 19 horas.

Michèle Tosi

Fotos © Magali Dougados

Relacionado

comprar cuentas twitter
betoffice