Cuando escucho a Marco Mezquida (Menorca, 1987), pienso en un caleidoscopio. Suena su música, observas dentro del tubo y contemplas figuras asombrosas que se suceden con absoluta naturalidad. Así ejerce su creación este joven pianista con una ya extensa trayectoria: con una deslumbrante naturalidad. Aúna la música popular y la culta, transita por el jazz o la libre improvisación con la facilidad de un centauro, o se sumerge en el flamenco sin ninguna cohibición. La versatilidad lo unifica
Premio Alicia 2021, Premio BMW Welt de Jazz en Múnich 2022, Premio Ciudad de Barcelona 2019 y Premio Músico del Año de la Asociación de Músicos de Jazz, Marco Mezquida prosigue su meteórica carrera. Conversamos con él justo antes de otro nuevo reto: el dúo entre humano y máquina, Mezquida y un sistema de Inteligencia Artificial, entablando una conversación en el marco de NEO Ars en el Auditorio del Museo de la Ciencia CosmoCaixa.
De niño, para ti, la música era un juego. Ahora, tras tanto recorrido ¿Lo sigue siendo?
Sí, lo sigue siendo, en equilibrio con el hecho de que, ahora, la música también es mi profesión. Pero, de niño, sí, la música era un juego, y también conocimiento e investigación. De hecho, a medida que he crecido como intérprete y compositor he potenciado todo esto.
¿Y fue difícil el tránsito de la pasión a la profesión?
En mi caso, fue un proceso bastante orgánico, porque no me he dedicado a otra profesión en mi vida. A día de hoy, mi espíritu de juego sigue presente en cada concierto.
¿Comó recuerdas al estudiante Marco Mezquida?
Siemprefui un buen alumno. Me tomaba muy en serio lo académico, con compromiso y con constancia. He tenido profesores magníficos y la formación académica ha sido un placer para mi. Ahora bien, al mismo tiempo he procurado ser un músico autodidacta y con un punto de rebeldía que me ha permitido cuestionar un sistema de aprendizaje disciplinado. Diría que he sido un buen alumno, pero con una gran formación autodidacta, pues siempre me interesó más el espíritu renacentista de un Leonardo que no tanto la búsqueda de una especialización; y mientras han pasado los años, más he necesitado salirme de la educación más reglada, pautada y concreta.
¿Y qué has aprendido fuera de esta formación más reglada?
A curtirme en la vida real de la bohemia, de los conciertos, del trabajo diario y del estudio en casa, tocando con centenares de músicos en muchos proyectos. Eso es la chispa de todo. Yo me siento más cerca de la calle que de la academia. De hecho, lo más importante lo he aprendido fuera del instituto, del conservatorio y de la escuela superior, a la que siempre les gusta presumir de músicos. Es cierto que en el aprendizaje superior pasamos cuatro años de nuestra vida con profesores excelentes, pero ni entramos muy pipiolos ni salimos alumbrados como si fuéramos excelencias.
Tu trayectoria es larguísima, es imposible resumirla. En esa variedad de registros, diría que la versatilidad es una de tus virtudes. Ahora bien, ¿eres el mismo Marco Mezquida en todas tus facetas, o bien eres distintos Marcos Mezquidas en cada una de ellas?
Suelo ser el mismo en todas las facetas, aunque no quiere decir que en cada situación exprese el mismo mensaje. Sí es cierto que la versatilidad es uno de los paradigmas que yo he desarrollado en esta última década, la capacidad de amoldarme a situaciones varias que exigen una preparación concreta. Mi bagaje es sólido y firme, y me permite entrar y coquetear con el flamenco al lado de un gran espada como Chicuelo; o, por el contrario, crear mis propias canciones, que nada tienen que ver con el flamenco; o curiosear por otros mundos sonoros como el de Silvia Pérez Cruz o Salvador Sobral, entre otros. Pero, lo que yo me considero más es improvisador.
¿Y qué te atrae de la improvisación?
Improvisar es crear en el instante, interactuar, hablemos de lo que hablemos, da igual. Y exige poseer un gran bagaje para poder mostrarse tal y como uno es. En la improvisación, soy un Marco Mezquida reconocible, sea al piano solo, con Silvia Pérez Cruz o con Chicuelo, sea para bien o para mal, tratando transmitir unidad coherencia.
¿Como una misma identidad?
Sí, en el sonido. Quiero creerlo así. El sonido, el hilo conductor que extraigo a través del piano en diferentes c contextos.
Y si tu sonido fuera un color, ¿Que color sería?
Buena pregunta, sí. Diría que no es un monocromo, porque la energía sonora yo la contemplo como luz. Quizá, a veces haya momentos de un color cálido, u otros de un color más frío. En cualquier caso, para mi, la música es masa sonora, energía, y lo importante es el trabajo realizado para poder transmitir y expresar esa energía.
¿Cuál es tu manera de componer?
No tengo método, proviene de la intuición. A veces me ronda una melodía por la cabeza y trato de desarrollarla; otras veces parto de una rueda de acordes, o dejo la mente en blanco, o surje una imagen cualquiera. No hay método, pero existe un impulso creativo. Es lo que hablábamos antes sobre la inspiración, ese río caudaloso en el que habitan ideas. La composición consistiría en cristalizar alguna de esas ideas de ese inmenso río.
Hábleme de alguno de tu trabajo.Ahora se cumplen diez años de mis dos primeros discos como líder. Yo formaba parte de muchos grupos como sideman de jazz, con el Marc Miralta Group, Gonzalo del Val, entre otros. Pero en 2013 sentí la necesidad de compaginar estas colaboraciones con la idea de elaborar un repertorio propio, y publiqué My Friend Marko con mi trío, así como mi primer álbum de piano solo, La Hora Fértil. Esa fue la primera piedra para desarrollar una carrera propia. No puedo olvidar tampoco en 2015 mi concierto solo en el Palau de la Música, con el que pretendía salir de la escena exclusiva de clubs de jazz en la que me moví durante años. Y, por supuesto, en 2017, cuando me llamó Silvia Perez Cruz para un disco y una gira a dúo, con lo cual logré visibilidad.
Ha sido padre recientemente, ¿La paternidad ha aportado algo nuevo a su música?
No sé si soy mejor músico ahora que soy padre, pero siento que cada vez todo va a más dentro de un inmenso amor; suena muy hippie, lo sé, pero la emocion y la alegría de tener una criatura es lo máximo que he sentido en mi vida, y la música se alimenta de toda esta sensibilidad que transpira esta etapa.
¿Cómo ha sido trabajar con Silvia Pérez Cruz?
Nos hemos querido mucho en el escenario, con una simbiosis muy especial. Es de lo mejor que me ha pasado, pues era un sueño crear música con ella y tuve la suerte de estar años con ella a dúo. Nuestra gira por Japón materializó esa manera similar de comprender la música.
¿Qué valoras la situación actual?
La realidad es que el ecosistema cultural es muy limitado y existe mucha competitividad. Además, estamos a merced de nuestra suerte en una sociedad que no apoya la cultura. De hecho, recién empieza ahora la idea de crear un estatuto que proteja al artista, porque si todavía no hay una defensa del autor, lo único que se potencia es el 'sálvese quien pueda'. Creo, también, que debe protegerse la pequeña cultura, de donde yo provengo, esa cultura que moviliza los barrios y activa teatros pequeños. Todo esa escena está muy abandonada. Es una realidad compleja, y hace falta que el público sea consciente de esta fragilidad para despertar la curiosidad y que active la escena con su presencia. Es fácil pensar que los conciertos están ahí, pero si el público no se hace suya la cultura más minoritaria, solo existirá la industria de masa y los grandes festivales de dos semanas de duración, y el resto del año no habrá cultura. Sin curiosidad, sólo hay industria de masas.
Última pregunta: ¿cómo fue el dúo entre su piano y el sistema de inteligencia artificial?
Fue un experimento muy interesante, aunque al mostrarlo ya estamos haciendo una apuesta por el arte y la belleza. Trabajamos con dos científicos y nos centramos en desarrollar texturas sonoras que se activaban durante un tiempo en función de los estímulos sonoros que yo llevaba a mi piano. Yo improvisaba y, en función del timbre y los recursos del piano, la IA secuenciaba esta información y desarrollaba texturas para crear un universo sonoro particular. Era un intercambio de inspiraciones.
Entrevista realizada por Txema Seglers
Fotos © Mireia Miralles Fotos © Miquel Carol Fotos © Fundació La Caixa