La voz del ángel en el Liceo de Barcelona

Conciertos 22.03.2023

La segunda compositora viva homenajeada en la sala principal del Liceo, la barcelonesa Raquel García-Tomás, Premio Nacional de Música 2020, lleva al escenario operístico el trágico destino de Adélaïde Herculine Barbin (1838-1868) enAlexina B.

Llamada Alexina por sus padres, la heroína es una persona intersexual que, por primera vez en la historia, ha visto modificada su identidad de género en el registro civil francés. Antes de suicidarse a los treinta años, dejó un testimonio escrito de su corta vida titulado Mes souvenirs.

La autobiografía, que atrajo la atención de Michel Foucault, fue objeto de un estudio del filósofo en 1978, cuando el cineasta René Ferret llevó a la pantalla en 1985 la historia de esta vida luchadora bajo el título Le mystère d'Alexina.

La escritora y académica francesa Irène Gayraud se inspira en la fuente de los escritos para crear el libreto de la ópera (francés con sobretítulos en catalán), que concentra en tres actos y veintidós escenas los momentos más importantes de la vida de Alexina: su encuentro con Sara, hija de la directora del internado donde es profesora, y su amor-pasión por ella; sus encontronazos con la medicina, la iglesia y la jurisdicción, toda una sociedad heteronormativa decimonónica que desprecia su verdadera mezcla de sexos y la obliga a convertirse en hombre (Abel Barbin) para casarse con el que ama; sin que el cambio sea validado por la ley ¿Sabe realmente quién es? "He sufrido y padecido sola, abandonada por todos", escribe antes de quitarse la vida a los treinta años.

Así comienza la ópera, en una blancura virginal y una tonalidad de re menor, la muy simbólica de los réquiems y otros lamentos de la historia. Unos niños (las voces del coro), entre ellos un ángel, velan el cuerpo inanimado de Abel Barbin, evocando a través de su coro(Compagnons de la Marjolène) los días felices de la juventud de la heroína. Con la llegada del médico y el policía, pasamos del blanco al verde, el color dominante de toda la ópera, el de las instituciones del siglo XIX, nos dice la directora Marta Pazos. El cuerpo de Alexina/Abel, hermafrodita como se decía entonces, va a ser sometido a una autopsia...

El flasback, como en el cine, comienza con la llegada de Alexina al instituto donde dará clases y conocerá a Sara. El espacio escénico es flexible, los decorados descienden del techo y los personajes desaparecen en las trampillas, en un primer acto que enlaza a la perfección las diez primeras escenas de la ópera. Las numerosas "caídas del telón" de los actos siguientes fragmentan aún más la historia, que se alarga un poco. El vestuario (de Silvia Delagneau) es de época y las escenas al aire libre, mucho más verdes, recuerdan la importancia de la naturaleza en el siglo XIX. Más interesante es la dirección de actores y la coreografía de gestos(María Cabeza de Vaca) que regula los movimientos de los personajes, cuya estilización no deja de evocar la manera de un Bob Wilson. La escena de amor entre Sara y Alexina, al final del primer acto, es un gran acierto, con la cama llevada al primer plano del escenario, bajada de los bastidores y sostenida verticalmente. Entre voluptuosidad y segundo grado, Marta Pazos añade la participación silenciosa de los niños en su propia cama, cuyos movimientos contrapuntean este lento ascenso hacia el placer, único momento de plenitud orquestal que alcanza el éxtasis wagneriano. 

El contexto del siglo XIX y sus colores (los de Franz Liszt y Jules Massenet) están también muy presentes en la partitura de Raquel García-Tomás, que se mueve entre la tonalidad y la difuminación de los tonos, las fuentes instrumentales y las instancias ruidosas de la electrónica: música de lo intermedio, interestílica podría decirse, que se une a la temática del libreto y sirve estrechamente a la dramaturgia: como las manifestaciones tormentosas que se repiten varias veces, metáfora, al parecer, de las lágrimas que se sienten en el cuerpo de la heroína. En el foso sólo hay diecisiete instrumentos, magistralmente dirigidos por el director español Ernest Martinez-Izquierd.

En esta orquesta de cámara sin metales bajos, el piano y el arpa son particularmente activos con sus espirales ascendentes dirigidas a los registros agudos de los instrumentos, que la electrónica a veces retransmite. Esta atracción por la luz que se siente a lo largo de toda la ópera se cumple en los cantos de la monja Hildegard von Bingen que se escuchan al final de cada acto. Estos momentos de gracia llegan a través de las voces de los niños magníficamente preparados (Coro Vivaldi - Pequeños Cantores de Cataluña) y abren los espacios sin límites que reclama Abel en su última aria.

Salvo las escasas entonaciones masculinas de Alexina/Abel, que nos recuerdan su condición de intersexual, tampoco hay tesituras graves entre las voces, sino la elección juiciosa y oh tan ambigua del contratenor para todos los papeles masculinos (el Doctor Goujon, el Doctor H., el Abad, el Obispo, el Juez), que Xavier Sabata encarna con gran facilidad y matiz, entre la brutalidad y la benevolencia. Alexina B. sigue siendo ante todo una ópera para la voz en la que la orquesta asume la mayoría de las veces una función de acompañamiento. También la vocalidad se equilibra entre una declamación próxima al texto, en una prosodia muy cuidada, y una dimensión más lírica que llega hasta verdaderas arias en los actos segundo y tercero. Presente en todos los frentes (El policía, Madame P., Madre de Alexina y Sor María de los Ángeles), la soprano Elena Copons es una voz larga, cálida y bien timbrada que desencadena aplausos (¡como en el siglo XIXᵉ!) tras esta aria de bravura donde expresa su amor indefectible a su hija. Soprano ligera y fresca, Mar Esteve acumula pequeños papeles, el de Alexina de niña, el de Lea, el de niña de convento y el de alumna de internado. También resulta atractiva la soprano sensible y flexible de la española Alicia Amo en el papel de Sara. En cuanto al papel titular, confiado a la mezzo francesa Lidia Vinyes-Curtis, es sobrecogedor, exigente por sus desviaciones de tesitura y magníficamente defendido por la cantante cuyo aplomo escénico rivaliza con su facilidad vocal. Su monólogo final, entrecortado por el silencio, cuando se despide de Sara y de su madre, deja entrever una verdadera dimensión de tragedia.

Michèle Tosi

Raquel García-Tomás (nacida en 1984) : Alexina Bópera en tres actos y 22 escenas, libreto de Irène Gayraud basado en el testimonio de Adélaïde Herculine Barbin; dirección de Marta Pazos; escenografía de Max Glaenzel; vestuario de Silvia Delagneau; coreografía de Maria Cabeza de Vaca; iluminación de Nuno Meira; vídeo de Raquel García-Tomás. Lidia Vinyes-Curtis, mezzosoprano, Alexina Barbin / Abel Barbin; Alicia Amo, soprano, Sara; Elena Copons, soprano, El policía, Sra. P., Madre de Alexina, Sor María de los Ángeles; Mar Esteve, Alexina de niña, Lea, niña del convento, alumna del internado; Xavier Sabata, contratenor, Doctor Goujon, El médico, Doctor H., El Abad, Monseñor, El Juez; Coro Vivaldi-IPSI-Cantores de Cataluña, alumnos del convento, alumnos del internado; Orquesta Sinfónica del Liceo; director Ernest Martinez-Izquierdo.

Fotos © Toni Bofill

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