La multiinstrumentista Christine Ott es una de esas artistas que está contribuyendo a tender puentes entre el mundo del pop y el de la música erudita, derribando los muros a través de sus diversas colaboraciones y de la estética que desarrolla en su trabajo.
Esta permeabilidad pasa por el filtro del minimalismo y los efectos sonoros posibilitados por la electrónica, de la que hace abundante uso, bases comunes que facilitan este acercamiento. Tras dos álbumes de gran éxito en 2020, Chimère como solista en ondes Martenot, y Snowdrops como conjunto de cámara con su compañero Mathieu Gabry, al que se une la violista Anne-Irène Kempf, Time to Die de Christine Ott es un "viaje sensorial entre el mundo de los vivos y el de los muertos".
Para el primer tema homónimo, Christine Ott asume el papel de orquesta unipersonal (Roland Jupiter-8, Korg Monotron, percusión), asistida por Mathieu Gabry, para abrir un ritual con consonancias orientales, que recuerda los frescos hieráticos del acid rock del gran periodo psicodélico. La llegada de un ritmo de timbales ceremonial y marcial marca el ritmo y lleva la ceremonia hasta la precipitación final. Este ambiente sonoro cargado (el chapoteo de la lluvia evoca inevitablemente al menos un recuerdo en cada uno de nosotros) establece un vínculo con la intimidad pianística de "Brumes". Todo notas repetidas, embriagadoras fórmulas mágicas que se envuelven sobre sí mismas, arremolinándose en una reverberación cada vez más amplia, la pieza se deja llevar por un ardor creciente. Landscape" comienza de nuevo en marcado contraste, con la etérea voz de Christine Ott, multiplicada por la grabación, sobre un piano arpegiado, reducido, casi mecánico, que choca con la fluidez melódica de su voz. La resplandeciente "Chasing Harp" del músico, aureolada por sutiles efectos sonoros trémulos, reverberantes, ondulantes y acuáticos, parece resurgir como una canción de un pasado lejano y olvidado.
La melancolía desaparece en el clima oscuro e inquietante de la ruidosa introducción de "Horizons fauves", cuyas texturas sostienen unos trémolos vacilantes en el piano, que acaban convirtiéndose en arpegios cuyas fragancias evocan un minimalismo repetitivo que recuerda a Philip Glass. "Comma Opening" es un delicado y depurado solo de ondes Martenot en el que la misma melodía se repite ad infinitum, con múltiples variaciones de registro y timbre. "Miroirs" comienza con arpegios sencillos y repetitivos en el piano, mientras se infunde con delicadeza una resonancia cada vez más espacial, seguida de un suave eco, que transforma la simple expresión pianística en una resplandeciente cortina de perlas a través de la cual brillan los rayos del sol. Vuelve "Rain", y el disco concluye con un ambiente flotante y profundamente nostálgico, en el que el piano se enriquece con el contrapunto de las ondas Martenot. ¿Es el final del viaje, la partida definitiva del alma del difunto hacia un nuevo paraíso?
Guillaume Kosmicki