Los paisajes brumosos de Raúl Refree

Discos 09.05.2023

Refree es tentacular, poliédrico. Sea como productor, como compositor (Niño de Elche, Rosálía, Lee Ranaldo, Sílvia Pérez Cruz) o como músico, persiste en materializar el universo sonoro que burbujea dentro de su cabeza. Lo ha dicho él mismo : "Sólo trato de realizar la música que imagino". Para ilustrar este deseo, como si quisiera deshacerse por un momento del productor, presenta en su último álbum, El espacio entre, un conjunto de canciones experimentales y minimalistas, en el que el sonido se mastica hasta la extenuación.

Para adentrarse en El espacio entre resulta interesante saber de dónde proviene tal experiencia. El disco nace de dos bandas sonoras compuestas con anterioridad: la primera, en 2022, con Nuria Andorra, para el clásico La aldea malditade Florián Rey (película muda española de 1930, ndlr), y la segunda, para la película Un año, una noche de Isaki Lacuesta.
De hecho, toda la membrana que envuelve, de principio a fin, las catorce canciones del álbum de Refree, destila esta vaporosidad de los sueños, ese estado de embrujo que queda bajo los párpados tras salir conmocionado de una sala de cine. Hay, en la raiz del disco, algo de ese material propio de las bandas sonoras más sugerentes en las que unas notas de piano suspendidas en el vacío evocan a la perfección la antesala del crimen.

Refree no se propone describir ni tampoco desparramarse narrativamente. Al contrario. Al músico barcelonés le interesan más la elusión, el hueco y la fragancia para volverse más expresivo, rico y contundente.
Podríamos decir que a Refree le persuade más el perfume que la flor, más el beso y el huella de carmín que los labios. En esta obra, de lo que se trata, es de acurrucarse en paisajes de niebla y fango, humedad y sombra, con el fin de encontrar en algún fragmento de la canción, el aguijonazo de una emoción deslubrante.

Hay en ese disco, además de complejidad, vibración y promiscuidad, toda una riqueza de texturas, capas y tejidos. Y, sin embargo, no percibes en este disco, ni arbitrariedad ni capricho alguno. Todo encaja, como si el material sonora se enlazara con la misma coherencia con la que lo hacen los bosques, siempre armónicos en su multiplicidad.
Por ejemplo, el disco se abre con "Lamentos de un rescate", una deconstrucción inspirada en los madrigales de Monteverdi, una polifonía de voz, cuerdas y distorsión controlada con la precisión de un artíficiero...

... para concluir con la pieza decimocuarta 'Una nueva religión' y su expansivo desarrollo, como si Refree buscase un nuevo horizonte. De un lamento a una esperanza, el ciclo se cierra.

Aún hay, sin embargo, más lamentos a lo largo del recorrido sonoro. La cuarta canción, "Lamentos de un día cualquiera", y la décima, "Lamentos de otro día cualquiera", insisten en la descomposición y el juego de los madrigales del célebre compositor italiano. No será hasta llegar a la tercera canción, "Montañas vacías", que irrumpa la piedra del bosque, la percusión metálica, la reverberación seca y cortante.

Y será así, mientras vayamos transcurriendo por todos los claros de esta naturaleza húmeda, que transitaremos de un minimalismo exquisito a una experimentación integradora, de un misticismo pagano a una cotidianidad muy urbanita; tan urbana como la perilla y el peinado de Refree.

Tras escuchar El espacio entre queda en uno la sensación de que hay belleza en cualquier oquedad del mundo.

Txema Seglers


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