La revolución de Einstein on the Beach

Enfoques 04.03.2021

Einstein on the Beach es un monumento. 

Se trata de una de las pocas óperas contemporáneas que ha tenido el privilegio de entrar en el repertorio por la puerta grande y que se ha representado regularmente desde su estreno, el 25 de julio de 1976, en el Festival de Avignon. Esta obra es fruto de la colaboración de dos eminentes representantes de la vanguardia neoyorquina, el compositor Philip Glass (nacido en 1937), uno de los padres fundadores de la música repetitiva -aunque no aprecie esta etiqueta- y Robert Wilson (nacido en 1941), director de teatro experimental. El equipo creativo no se limita a estos dos nombres, ya que también incluye al coreógrafo Andy de Groat y al bailarín Lucinda Childsque reescribirá la coreografía para las siguientes producciones.

Absolutamente todo en Einstein on the Beach se sale de lo normal.

La duración, ya, sumerge al público en casi 5h30 de representación sin intermedio. La música comienza en el momento en que entran en el teatro de la ópera y ocupan sus asientos, y casi nunca se detiene hasta el final. El público puede elegir libremente salir o volver cuando lo desee.

El libreto, por tanto, está escrito en gran parte por un adolescente autista de quince años, Christopher Knowles, con el que Bob Wilson trabajó durante mucho tiempo. No hay ninguna narración que sustente este inmenso edificio, y prácticamente nada en él se refiere directamente al famoso físico que le da título, Albert Einstein. Knowles escribió doce capítulos de un libreto confuso, poético pero sin hilo conductor, respondiendo a la insistencia del director para que escribiera sobre este personaje. Glass y Wilson dudaron primero en elegir entre Hitler o Chaplin, antes de decidirse por Einstein, de quien consideraron que no debían contar nada, ya que su fama hacía innecesaria cualquier referencia biográfica. Por eso está presente en la ópera sólo en guiños: un primer cuadro que comienza en un tren de vapor mientras que el último termina en una nave espacial; referencias a los números, la astronomía, la química y la medición del tiempo que salpican los decorados; las figuras geométricas que fascinaban al joven estudiante en sus inicios; un solista de violín vestido como en una famosa fotografía del científico-músico; y un vestuario escénico basado en otra famosa foto del físico en su despacho de Princeton: pantalones anchos y oscuros sostenidos por tirantes, blusa blanca, zapatos de tenis y reloj de pulsera. Unos textos de Lucinda Childs y Samuel M Johnson, uno de los bailarines de la compañía, completan el libreto de Knowles.

La puesta en escena, basada en tres temas tratados matemáticamente (el tren, el juicio y la nave espacial, declinados en todas sus posibles asociaciones), está dispuesta en cuatro actos y cinco articulaciones. Se basa enteramente en los dibujos, que Wilson, también artista visual, realizó antes que cualquier otra forma de reflexión. Inspiran cuadros de impactante belleza onírica, ahogados en la especialidad del director, el azul y los sutiles efectos de iluminación, que forman un todo con la repetitiva coreografía escrita por de Groat y luego por Childs. El espectáculo oscila entre la serenidad extática y la locura kafkiana. Cada participante -músico, bailarín, actor, cantante, corista- es ante todo un intérprete en muchos papeles diferentes, y ésta es también una de las principales características de la obra, en la que el propio Philip Glass tocó el órgano electrónico de la orquesta para este maratón musical.

Einstein en la playa. Эйнштейн на пляже. Роберт Уилсон и Филип Гласс. from Форма агентство в on Vimeo.

La música, finalmente, marca la culminación del periodo más radicalmente minimalista y repetitivo de Philip Glass. Inspirado en su descubrimiento de la música india en los años 60, con Ravi Shankar y Alla Rakha, pero también en su amor por el rock, el jazz y los procesos claros e identificables, oscila entre la monotonía y la sorpresa, llevando al oyente a un éxtasis hipnótico de varias horas. Las únicas letras son números o notas en fórmulas encantadoras con ritmos inquietantes. Pasando de temas largos y elevados a clímax estruendosos y juguetones, el espectáculo desemboca en una explosión nuclear final, que termina con el rayo de esperanza de un simple texto de amor entre un hombre y una mujer, escrito por Samuel M Johnson.

El miedo ligado a la Guerra Fría y esta respuesta de paz y amor, tan marcada por la herencia del flower power, temas propios de los años setenta, siguen hablando de nuestro tiempo, agitado por nuevas ansiedades en medio de una crisis ecológica, entre el miedo al calentamiento global, la subida de las aguas y el colapso económico. La música tampoco ha perdido su actualidad y responde a una necesidad imperiosa actual de dejarse llevar. Así, Einstein on the Beach vuelve a producirse ahora, y la obra está demostrando que puede vivir por sí misma sin la visión anclada de Bob Wilson. Es el caso de una innovadora versión de concierto, ambientada por Germaine Kruip con elEnsemble Ictus, el Collegium Vocale Gent y Suzanne Vega como única narradora, estrenada en 2018. Al año siguiente, el Grand Théâtre de Genève puso en escena una nueva producción de la ópera de Daniel Finzi Pasca.

Puede escuchar "Avignon, 1976 : Creación de Einstein on the Beach" de Philip Glass en France Musique

Guillaume Kosmicki

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